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Después, relamiéndose, decide volver al Gran Hormiguero con la noticia. Busca a sus hermanas, trata de explicarles lo que ha visto:
" Al otro lado de la ventana "
puntillismo tinta china
Recuerdo que mi habitación era enorme con una ventana que daba a un patio de vecinos.
Se podía conocer la vida de mucha gente, escuchar la radio de varios pisos a la vez, saber por el olor lo que comían, cuándo estaban tristes y cuándo felices, quién llegaba en el piso de arriba y quién se iba dando un portazo.
En mi habitación, sobre un colchón de muelles, inventé travesías a bordo de una canoa y mis padres solía estar siempre a punto de ser devorados por cocodrilos.
Debajo de las sábanas soplaban tifones y siempre era gruta hermética donde si estabas en silencio los monstruos no te encontraban
Mi habitación tenía el suelo de baldosas formando un ajedrezado de color blanquecino y rojizo desvaído, con una cenefa perimetral marrón.
Algunas de las baldosas se movían y siempre la pisabas por mucho que la evitaras.
Desde la cama y con la fría luz del fluorescente de la cocina mis ojos veían figuras espantosas dibujadas en el suelo y no me dejaban dormir.
Las paredes de mi habitación se llenaron de fotografías de grupos de cantantes. Una estantería con libros de texto, cuadernos y cajas de juguetes
La ventana que daba a un patio interior. De día, y a pesar de tener enrollada la persiana de tablillas de madera verde oscuro, apenas si entraban la luz y el aire.
Ana vivía en el 2º C y yo en el 2º A, su dormitorio coincidía justo enfrente del mio
Comenzamos a hablarnos cuando ella puso un lector de Cds en su dormitorio sobre una mesa baja de formica y allí giraba el CD de Madonna. Hora tras hora, "Human Nature" a tres voces. La suya más la de Ana y la mía
Pasó el tiempo se arrancó el papel pintado y las paredes de mi habitación fueron blancas, de un blanco que resaltaba los posters de chicas y del Real Madrid
En agosto de ese mismo año Ana y yo estábamos enamorados . Su ventana estaba frente a la mía a nueve metros de distancia.
A pesar de las luces apagadas esa noche pude ver sus pechos al aire, levantada la camiseta de algodón blanca
Cuando uno se marcha de una casa para ir a vivir a otra nueva debe dejar intacta su habitación por si quiere volver algún día a saber quién fue, más allá de su recuerdo.
Son las nueve de la mañana y esa es la hora de los olores penetrantes.
He entrado en la que un día fue mi casa de manera clandestina. Una constructora la compró para levantar pisos más pequeños, sin patios de vecinos, ni calle de suelo de arena donde poder jugar
Hoy es un piso en obras, lleno de albañiles, pintores fontaneros y carpinteros. Nadie me pregunta quién soy.
Recorro con la mano por las paredes de mi habitación y allí está el agujero que hizo mi uña noche tras noche mientras pensaba en no me acuerdo qué, mientras imaginaba quién sería.
No hay en ese pequeño hoyo ninguna pista, ninguna referencia a quién soy.
Ya no hay nadie en la ventana de enfrente, ninguna querida Ana que me enseñe los pechos una noche cualquiera
Observo las baldosas y cuento desde la puerta tres pasos y medio hasta llegar al lugar preciso. Se siguen moviendo la misma baldosa de siempre.
Pienso en la fuerza del tiempo, tan devastadora. Y sin embargo, no ha podido conmigo, "Eppur si muove". Todo existió y sigue existiendo.
"-Busca a alguien -?, me pregunta un hombre joven y con acento extranjero.
Le digo que sí, que estoy buscando a alguien y me mira esperando más palabras.
Pero ya no hacen falta
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Simbad pescando nubes Acrílico sobre lienzo |