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TINTAS |
Dale limosna mujer...
Desde el balcón central de la sala de la Cautiva, en la Alhambra de Granada.
A mis pies la ciudad.
Frente a mi el Sacro Monte, barrio gitano donde los haya, dorado de soles, blanco de cales. Con sus embocaduras pintadas en color albero. Niños gritando en sus calles jugando.
Al fondo Sierra Nevada, como un sultán que todo lo contempla.
Recuerdo que era sábado. Quise visitar la Alhambra y ver desde sus hermosos atardeceres.
Pensada como fortaleza, luego con el paso de los años, se fue transformando en el más bello palacio Nazaríe. Austera por fuera, deslumbrante y delicada en su interior.
Comenzamos la visita por la Sala de Embajadores Luego abandoné el grupo, y proseguí por mi cuenta por sus jardines: tomillo, romero, hierbabuena, y esa cantarina agua que los recorre. Los musulmanes habían plasmado aquí su ideal del Paraíso.
Llegué a una gran sala: la Sala de la Cautiva o también llamada Sala de Sultanas. Su refinamiento es exquisito: mármoles, estucos, mocárabes, yeserías. Frisos de azulejos de una geometría perfecta.
Todo invitaba al relax, al éxtasis y el placer de los sentidos.
Contemplaba la ciudad, cuando noté un viento fresco que me envolvía. Sentí una mirada fija. Me giré y la vi: Ojos increíblemente bellos, pelo en cascada sobre sus hombros. Era joven, en el esplendor y madurez de su cuerpo.
Vestía una túnica transparente, que dejaba al descubierto más que ocultaba.
Eran las cinco en punto de la tarde. Me tendió la mano y me dijo " Ven…"
Me llevó por la hasta ahora disimulada puerta entre los azulejos del zócalo que cerró nada más pasamos.
Ascendimos por una muy empinada escalera oscura, hasta un piso superior; justo encima de la sala de Sultanas. Espaciosa, sin ventana alguna; sólo unos taladros en la bóveda en forma de estrellas que proyectaban su luz, sobre un suelo cuajado de cojines multicolores.
Mis ojos se acostumbraron a la penumbra. Todo era sensual en la estancia. Nos arrodillamos a escasos centímetros el uno del otro
Ella dejó caer su túnica al suelo
Cogió mi mano y la llevó a su pecho suave, cálido y palpitante. Sin dejar de mirarme a los ojos me dijo "Tómame..."
Abrazos, gemidos, besos deseados; caímos sobre el mullido suelo, para al fin entrega mutua, espada en vaina.
Creí más bien sentí que levitábamos cuando llegamos al éxtasis
Nueve citas, todas a las cinco de la tarde. Nueve citas como las nueves capas del techo de la sala de sultanas, imitando la bóveda celeste. Nueve citas como los paraísos que su religión promete.
Hoy era la décima cita, faltaban unos minutos para las cinco de la tarde y esperaba
Oí primero un murmullo, luego un grupo de japoneses con un guía español, en perfecto inglés, les narraba sobre La Alhambra: " …Y en lo alto de la Torre del Homenaje hay un texto que dice: Dale limosna mujer que no hay mayor pena en este mundo que ser ciego en Granada" Luego, llegaron a la sala de la Cautiva, comentó señalando la dulzura de cada detalles
Para luego contarles:…" Y entre estas piedras se encuentra el fantasma de una joven y bella sultana que murió sin poder consumar su matrimonio, ya que el mismo día de su boda, partió a luchar contra los cristianos, perdiendo su vida en la batalla.
Cuenta la leyenda que sus gemidos de amor son perfectamente escuchados a través de estos fuertes muros.
Jajaja rió el guía… seguro que colmaría de delicias a cualquier joven que se la encontrara Jajaja